Pues agradezco yo, igualmente, a mis compañeros de bitácora por su amable post y porqué me invitan a explicar precisamente las consecuencias que esa comunicación que mencionan tiene en las personas más débiles de espíritu, que casi siempre son las que tienen menor formación, menos recursos económicos o ambas situaciones a la vez. Como veíamos, en la dialéctica Ello-Yo-Superyo, el Yo media entre las pulsiones y la censura de la mejor manera que puede. El Yo en conflicto con el Ello y amenazado por el Super-yo se vuelve inseguro, temeroso y culpable. La ansiedad llega ser abrumadora, el Yo debe defenderse a sí mismo y lo hace bloqueando o distorsionando inconscientemente los impulsos inaceptables, logrando que sean más aceptables y menos amenazantes. Son los mecanismos defensivos del Yo que Freud y su hija Anna desempolvaron, pero que tienen el grave inconveniente de no ser todos ellos positivos sino antieconómicos, resuelven la tensión, reducen la ansiedad, de forma transitoria, pero abocan al sujeto a una cueva sin salida: le neurotizan.
La inseguridad lleva al neurótico a tomar posturas defensivas, a utilizar abusivamente los mecanismos de defensa del yo y a no establecer una relación cara a cara, adulta, con la realidad. El sujeto “normal” (recordar el anterior post) emplea eventualmente estos mecanismos defensivos, mientras que el neurótico vive instalado, y abrumado, en ellos. Y sobrevive, aunque lleno de ansiedad, gracias a ellos. Las defensas cumplen esa función y por ello son necesarias: no es esperable que una persona, pueda vivir sin la satisfacción de sus deseos durante toda su vida, aplastado por las exigencias del Superyo. Las defensas juegan un papel mitigando los deseos o transformándolos o remitiéndolos a un momento más aceptable.
Pero las defensas son un remedio a cortísimo plazo, es más, si no nos damos cuenta de ello, son aún más peligrosas, por cuanto nos llevan cada vez más lejos de la verdad, de la realidad. Después de un tiempo, no pueden preservar al Yo de las demandas del Ello o el Superyo impone sus exigencias: surge fuertemente la ansiedad y se viene abajo. Para Freud solo hay una positiva, la sublimación, aunque otras también operan a favor del sujeto.
Un sujeto “sano” es animoso, realista, disciplinado, de buena capacidad de juicio y mente abierta, libre de prejuicios, que acepta su propia responsabilidad en las dificultades; espontáneo, flexible, sabe posponer la satisfacción de sus deseos a momentos oportunos posteriores, se acepta como es como sus defectos y virtudes; y sobre todo mira abiertamente a todo lo que de oscuro aparece en su interior, sin asustarse por ver que el también es capaz de las hazañas mas tétricas y aberrantes (matar al padre y acostarse con la madre en la genial síntesis de Freud). Los mecanismos de defensa de su Yo que utiliza son, en su gran mayoría, positivos
El neurótico está lleno de miedos, el primero por verse tan alejado de su Yo ideal al que ha llegado condicionado por el Superyo, también por el terror que le produce saberse capaz de aberraciones. Confunde la realidad con el fruto de sus deseos, no puede esperar, necesita recompensas inmediatas, es rígido, hostil y vengativo, ordenado de forma obsesiva y repetitiva vacila entre la arrogancia y él desprecio de sí mismo. Sus mecanismos de defensa no le han ayudado sino todo lo contrario.
Los mecanismos de defensa son, pues, las formas inconscientes que tiene el ser humano para que las circunstancias de frustración y conflicto no le anulen, reduciendo la ansiedad y la agresividad que estos producen. Comentaremos en este post los más divulgados en las Revistas no especializadas y en el próximo otros más analíticos.
Sublimación
Una forma positiva de “satisfacer” las exigencias del Ello la encontramos en la sublimación (sublimar es lo mismo que elevar): la energía psíquica que no puede desplegarse desde el campo de lo instintivo (erótico o destructivo), se transforma en fuerza creadora. El Yo renuncia voluntaria y forzosamente a satisfacciones de tipo elemental y se compensa con una nueva de satisfacción. La Sublimación es la transformación de un impulso inaceptable, ya sea sexo, rabia, o cualquier otro, en una forma socialmente aceptable, incluso productiva. Por esta razón, alguien con impulsos hostiles desarrolla actividades cinegéticas. El impulso sexual se sublima en voto de castidad. De la necesidad hacemos virtud.
La Racionalización
Es la utilización del pensamiento abstracto o de razones lógicas y admisibles a los valores culturales y sociales del momento, para justificar sentimientos, pensamientos o conductas que serían inaceptables para la imagen del Yo.
Es un mecanismo defensivo consistente en la exageración de un mecanismo normal, mediante el cual el Yo intenta controlar las pulsiones, asociándolas a ideas que puede manejar conscientemente. Racionalizar es presentar los problemas en términos más generales y racionales, que personales y emocionales. La racionalización evita lo afectivo dándole forma discursiva. Hasta aquí puede ser positivo.
El mecanismo de Racionalización como distorsión cognitiva de los “hechos” para hacerlos menos amenazantes, se utiliza cuando de manera consciente explicamos nuestros actos con excusas. Muchas personas con un Yo sensible al que dirán, utilizan tan fácilmente las excusas, que nunca se dan cuenta de ellas, y terminan creyéndoselas.
Represión
La Represión, defensa que Anna Freud llamó también “olvido motivado” es simplemente la imposibilidad de recordar una situación, persona o evento estresante porque se ha llevado al fondo de la inconsciencia. Esta defensa es peligrosa, por cuanto lo reprimido no deja de presionar, actúa para salir a flote, generando tensión y casi siempre va acompañada de otros mecanismos de defensa más.
Proyección
Este mecanismo de defensa consiste en atribuir a otros, y en general al mundo exterior, motivaciones que se rechazan o no se reconocen en uno mismo. Su forma paradigmática aparece en las paranoias. Proyección o desplazamiento hacia fuera, como Anna Freud lo llamó, ver en los demás los deseos inaceptables para el débil Yo. Los deseos permanecen en nosotros, pero no son nuestros. Los impulsos agresivos o sexuales que no toleramos ver en nuestro interior, porque chocan con el Yo ideal, se atribuyen a los demás y punto.
Negación
Una situación demasiado acongojante es negada, los aspectos desagradables de la realidad se expulsan de la conciencia. El Yo se enfrenta a los conflictos emocionales y a las amenazas interiores o exteriores, negándose a reconocer que la realidad es su origen. La negación es la primera reacción ante un diagnóstico de cáncer, la negación psicótica es la total afectación de la capacidad para captar la realidad.
Conversión
En las antiguas neurosis histéricas los conflictos inconscientes se convierten en síntomas sensoriales o motores. Mis deseos inconscientes de matar al padre, se convierten en la parálisis del brazo ante la imposibilidad de aceptar que ese deseo es mío y está en mí.
Regresión
Constituye una vuelta atrás en el desarrollo psicológico cuando el Yo se enfrenta a una pulsión inaceptable. Ante problemas que deberíamos enfrentar a una edad, nuestro comportamiento retorna a etapas más infantiles (primitivas) para justificar no hacerlo. El niño vuelve a chuparse el dedo o a mojar la cama cuando comienza su etapa escolar. Un adulto comienza a tartamudear cuando se cierra su empresa.
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