martes, 4 de marzo de 2008

Ello, yo, superyo, con otras palabras pero lo mismo: neurosis (IV)

Así pues, el Yo, que pertenece a los dominios de lo consciente, existe en virtud de que los deseos (Ello, necesidades) requieren satisfacción tolerada (aceptada) por la norma introyectada, (Superyo) desde el mundo de la realidad exterior. La persona hambrienta ha de buscar y comer el alimento, para que la tensión del hambre pueda ser eliminada, pero no robando. El Yo opera según el principio de realidad, que exige impedir la descarga de la tensión hasta que llegue el momento más adecuado para satisfacer la necesidad. El Yo es el encargado de formular un plan para esa satisfacción, al que ha de someter a prueba, con el objeto de determinar su utilidad y aplicabilidad. Pero cuando el Yo se ve superado por la tensión entre las exigencias del Ello, que quiere satisfacción inmediata y el rigor del Superyo, que considera intolerable esa satisfacción, se genera la ansiedad, al ceder a alguno de los dos. Si a Ello porque crea remordimientos y culpabilidad, si a Superyo porque crea insatisfacción, represión que oculta pero no hace desaparecer el deseo.

El desarrollo de un Yo adulto, que tiene confianza en sí mismo y no se ve arrebatado ni por las exigencias del Ello ni las restricciones del Superyo, está determinado por un ambiente que haya atendido a las necesidades de cariño, cuidado, disciplina, estimulación, permisividad... Si no se satisfacen, el ambiente, o es percibido por el individuo como hostil acompañado con un sentimiento de frustración, o se aceptan sus normas, para no perder el reconocimiento y el aprecio de los otros (padres que simbolizan la autoridad) lo que lo lleva hacia una separación de su Yo real. En este último caso, el individuo acepta, crea, un ideal muy alto que intenta alcanzar por medio de la fantasía, ya que en la realidad no es posible. Este fantasear, mantenido por los mecanismos de defensa del Yo (que desarrollaré en los próximos post) se hace cada vez más continuo y vívido, hasta llegar a confundirlo y reemplazarlo por el ideal que viene del exterior (K. Horney). De esta forma el individuo enajena su propio Yo y su personalidad y asume sentimientos, pensamientos, motivos y acciones propios del ideal introyectado configurándose así su Yo ideal. Esta condición, es el punto de partida de la personalidad neurótica.
Rasgos de la personalidad neurótica:

• Alta conflictividad interior.
• Mal control de la vida afectiva.
• No tiene una buena imagen de sí mismo; normalmente se rechaza y no se acepta.
• Inseguridad y sentimientos de inferioridad.
• Vivencias de culpa y autopunición.
• La ansiedad se erige en el centro de su vida, la cual está marcada por una profunda sensación de frustración.
• La conflictividad se manifiesta en la relación del sujeto consigo mismo.
• La relación interpersonal, con un contacto inadecuado con los otros.

El Yo ideal, fruto de la influencia del exterior que se acepta para no perder la estima de los que quiere, ni ser castigado por ellos, choca con el real, en el que existen elementos oscuros, “despreciables”, de la comparación pueden surgir actitudes inadaptadas:
La Identificación total con el Yo ideal pasando a ser éste más real que su yo real. Este cambio se produce en lo más profundo del ser involucrando sentimientos, motivaciones, pensamientos. Un Yo falso sustituye al verdadero.
Perfeccionismo, el individuo quiere llegar a ser como su Yo ideal y vive esforzándose por ello y criticándose por lo que "debiera" ser y hacer, pero no hace por no disponer de las mimbres para hacerlo.
Rebeldía, el sujeto rechaza todas las exigencias de su Yo ideal.
El Yo ideal que es falso hace que el individuo restrinja su vida para no exponerse al peligro de que su imagen sea atacada y se ponga de relieve las diferencias entre ésta y su yo real. El Yo ideal es un obstáculo al crecimiento del Yo real, porque los ideales de esta imagen no son realistas sino una idea fija que cree cierta y que es venerada por él. La persona no es capaz de ver sus errores, sino que los niega para poder mantener su yo ideal intacto (K.H.).
El Yo adulto parte de su Yo real, de sus capacidades, y sobre las mismas edifica sus propias metas; mira sus limitaciones y contando con ellas traza un camino de superación; tiene en cuenta sus deseos, que puede contemplar de frente, sin asustarse por ver entre ellos algunos poco edificantes, y decidir su no satisfacción inmediata o su no satisfacción sin más. El Yo adulto selecciona de entre las imágenes y modelos del Yo ideal superyoico, aquellas que le interesan y puede alcanzar, convirtiéndolas en sus ideales y metas, sin perder la perspectiva de sus propias potencialidades y debilidades de modo que su actuar y desear sean realistas. De esta forma desarrollando las capacidades reales se sortean las imposiciones del Superyo y se consigue un Yo adulto .
El objetivo de la terapéutica será que el neurótico vaya eliminando las defensas que ha creado para mantener su imagen y pueda ver o reconocer sus propios ideales, motivaciones y sentimientos, vale decir, que la persona se reencuentre con su yo real. Este proceso habrá de ser gradual porque aceptar el Yo real puede resultar extremadamente doloroso y puede que la persona termine aferrándose a su yo ideal sin dar cabida al cambio (K.H.).

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