sábado, 16 de febrero de 2008

Marketing electoral

En un post anterior explicabamos por que nos parecía desacertado el que la Iglesia católica utilizara técnicas de marketing para comunicar sus ideas o simplemente influir en sus feligreses presentes y en los potenciales. De hecho, nos parece equivocado para cualquier credo. No nos imaginamos a un Ayatolah llamando a la oración diciendo que ser musulmán mola. Sin embargo, si que nos imaginamos a Tom Cruise haciéndolo. Pero, a lo que importa. Por las puras circunstancias se escucha a menudo en tertulias televisivas y en cafeterías de barrio ese comentario de que todo es marketing en esto de las elecciones. El comentario, así en frío, no tiene nada de particular pero nos gustaría señalar que siempre se dice con desprecio, como si fuese malo y, en último término, como si deslegitimara el sistema mismo, algo que interesa mucho a ya sabemos quién. En principio, el marketing político pudiera ser tan perverso como el marketing religioso pero nos parece que existe una diferencia muy grande aunque si es conveniente señalar determinados riesgos que se pueden plantear en la utilización del marketing en lo puramente ideológico.

Volvamos al abc del marketing, el marketing mix y analicemos las 4 pes cuando lo que queremos es ayudar a un partido, da igual el color, a ganar las elecciones:

- Producto: en este punto tenemos que hacer una aclaración, el marketing político debe diferenciarse en dos momentos: época de elecciones y resto del tiempo. En temporada electoral el producto es doble, programa y partido, durante la legislatura, simplemente hay que promocionar las virtudes y valores de la organización y algunos éxitos concretos y, seguramente, efimeros. Claro, que esto de las elecciones tiene su truco solo se produce, en circunstancias normales, cada cuatro años. Es lo que se llama estacionalidad. La principal consecuencia de esto es que los partidos tienen que concentrar todos sus esfuerzos y gastar todos sus recursos económicos y personales en un período muy corto de tiempo, la campaña electoral. Además, así lo exige la Ley y así ha sido acordado por todas las partes. Por otro lado sería absurdo hacerlo fuera de campaña. Sería algo así como si a una fábrica de turrones le diera por gastar la mitad de su presupuesto de marketing en agosto.

- Precio: esto está claro. Cada ciudadano tenemos una unidad de pago, el voto. Es decir que la clave no está aquí. Ya sabemos que todos nos van a decir que si se lo damos con ellos nuestro dinero va a dar mucho interés.

- Promoción: la clave de todo. En esta parte se incluyen todas las acciones para comunicar el programa electoral y la integridad moral de la organización, por encima del resto de competidores. Puede tratarse de distintas técnicas de comunicación, de relaciones públicas, grandes, y pequeños, actos electorales, campañas en internet, la tele, los buzoneados, ahora también en su versión electrónica, y como no, la red comercial, los afiliados y simpatizantes, pidiendo el voto por la calle y, también como novedad importantísima, en la red. En este sentido, estamos asistiendo a una interesantísima y dileriante batalla entre trolls de todos los colores. Solo hay que leer algunos foros o los comentarios a las noticias de los grandes diarios en internet. Por lo menos se provoca el diálogo y el intercambio de ideas, o de insultos, que tampoco importa.

- Plaza (o distribución): tiene dos dimensiones también. Por un lado el pueblo que legitima el sistema y por otro el canal de distribución que, en el caso de España, es el sistema de partidos. Siempre muy criticado por los mismos que critican el uso del marketing. Que si listas cerradas, que si listas abiertas, que si más partidos, que si somos bicolores. Poco que discutir por aquí. El hecho de tener partidos políticos, se crea o no, da calidad al sistema. Además, cualquiera puede montar un partido, incluso Rosa Díez. Pero, como mínimo los partidos son los responsables de decidir los candidatos y por tanto de dar la cara si la lían, por tanto que son filtros que garantizan cierta pulcritud del sistema y, en este caso, no hacemos distinciones ideológicas. Somos de izquierdas pero el hecho de saber que existe partido como el PP me hace pensar que existe la posibilidad de que esta institución, actualmente muy deteriorada, se mejore si los ciudadanos les hacemos ver esa necesidad. Para eso está el voto. Decidimos si alguien nos gusta lo suficiente como para que dirija el país durante 4 años pero también decidimos si alguien debe hacer los deberes y mejorar. Creemos que esa es la situación. Es posible que el PP se pegue un batacazo fuerte y vaya ese "centro reformista" que tanto nos venden. Mal marketing, cuando no se lo creen ni ellos.

Pero claro, alguien nos dirá, os habéis olvidado de lo más importante, el candidato. Aquí está el truco. En nuestra forma de entender el marketing y, las cosas en general, es equivocado pensar que una persona pueda ser un producto. Volvemos a aprovechar la ocasión para señalar el daño que ha hecho Risto Mejide en jovenes y no tan jovenes. Pero si el candidato es un producto, entonces sí que debemos decir que es un uso malo del marketing. Está mal por que es un engaño. El candidato ha tenido que llegar a ese puesto después de un proceso complejo en el que habrá tenido que convencer a otros potenciales candidatos y al resto de la organización de que es el mejor de todos. El problema es cuando eso no lo hace el partido sino la fortuna, las circunstancias o el que estaba antes en el puesto. Malo. Puede corromper el sistema durante mucho tiempo aunque, como mínimo, siempre habrá a lo largo de la historia momentos en los que gente con talento y ganas puedan aprovechar bien sus oportunidades y, con suerte, llegar a cumplir con el papel de cambiar todo un estado (por lo menos en la teoría). Es por ello que hay que cuidar y respetar a la democracia. Garantiza el buen futuro. Pero vamos a ponernos en la situación de que el candidato no es lo suficientemente bueno y tenemos que venderlo como un producto, no está lo suficientemente preparado. La cosa va a ser difícilmente solucionable, incluso para el mejor equipo de marketing. La exposición de un candidato a la Presidencia es tal que es muy complicado ocultar su torpeza o simplemente su falta de criterio. Es por ello que los debates en televisión son tan importantes y será lo que suponga el gran empujón para Zapatero, básicamente por que Rajoy es un excelente ejemplo del Principio de Peter y lo es por que allí lo puso Aznar, malo donde los haya. También tenemos el caso de nuestra querida Espe, ganó por que el otro era mucho peor, pero mucho, y no necesariamente por que la lideresa sea muy brillante. Además, consiguió mantener la boca cerrada la mayor parte de la campaña y no metió mucho la pata.

En esta tesitura, volvemos a plantear la cuestión de si es licito o ético utilizar el marketing con objetivos electorales. Probablemente, se puedan plantear cuestiones morales muy superiores, pero en el plano ético, como profesionales, debemos decir que no solo está bien que se haga sino que debe hacerse. Es necesario que los partidos nos comuniquen de forma eficiente (que no eficaz) sus programas políticos por que en ello va mucho, todo nuestro sistema, y los que lo ridiculizan siempre quieren lo mismo, desestabilizar, generar ruido. Además no se puede engañar a todo el mundo todo el tiempo. Otro problema es cúal debe ser el límite económico, si es que debe haberlo, al gasto en campaña. Pero el tema del dinero no nos gusta mucho así que os lo dejamos a vostros por si queréis debatirlo. También sería interesante hablar de las elecciones primarias en los partidos políticos españoles. Que alguien se anime...

1 comentario:

Anónimo dijo...

Está muy bién visto lo de que desprestigiar una campaña electoral porque en ella se hacen ofertas no es muy democrático. ¿Cuando si no?