jueves, 28 de febrero de 2008

Lo normal y lo patológico: neurosis (II)

El grupo más numeroso de pacientes psicológicos son los neuróticos, pero en la actualidad se utiliza operativamente el término trastorno por ansiedad, para obviar los problemas que plantean conceptos tales como enfermedad o padecimiento, más cercanos a la clínica, subrayando la presencia de este síntoma capital para su diagnostico.

Hablar de trastornos neuróticos es hablar de enfermedad mental, por tanto es situarse en la relatividad. ¿Dónde encontrar la clave para separar lo normal de lo patológico? El observador de una conducta aparentemente anormal también puede estar cargado de prejuicios y atribuir su propia anormalidad a lo que está observando. Cuando Pablo de Tarso predicó en Atenas un Dios Crucificado como el verdadero, fue dejado sólo en el Ágora como un loco irracional. Tendremos que encontrar alguna alteración objetiva, el sufrimiento finalmente, entre tanta subjetividad.

De esta relatividad participa la ansiedad, que no es necesariamente patológica sino que estaría en el extremo de un ámbito decreciente de adecuación de la conciencia de realidad, que iría desde la ansiedad que surge en nosotros en la espera de la nota de un examen, hasta la respiración agitada que nos produce la idea de perder el control de nuestra acciones. Todos nosotros, en algún momento de nuestra vida, seguro que hemos sufrido alguno de los síntomas típicos de la neurosis: ansiedad, frustración, sentimientos de culpa... La ansiedad, probablemente todas las enfermedades mentales, se inscribe en una línea de variabilidad en la que en un extremo izquierdo se situaría la “normalidad” y en el otro la neurosis franca. Si nos desplazásemos por esa línea, cada vez habría una acumulación más grande de rasgos neuróticos: confusión de la realidad con los propios deseos, no poder esperar, querer una recompensa inmediata, condicionado por imperativos interiores, rigidez, orden obsesivo y repetitivo, mente cerrada, llena de prejuicios, temeroso, con mala imagen de si mismo por lo se rechaza y no se acepta, inseguridad y con sentimientos de inferioridad. ¿Alguna vez, algún tiempo, no hemos sido así?

Será bueno buscar en el anclaje objetivo que la ansiedad representa en todo el padecer, para no atribuir patología a manifestaciones de la variabilidad de lo cultural. Los criterios diagnósticos de los trastornos por ansiedad en los que están basadas las clasificaciones, particularmente la DSM-IV, ponen de manifiesto su relatividad y conecta con las afirmaciones hechas arriba. Los criterios aludidos son hijos de etapas históricas distintas y basados en concepciones teóricas diferentes, de ahí sus presuntuosos ahistoricismo y ateoricismo con los que no se logra superar el hecho de que es el observador el que encasilla la realidad observada.

Uno de los primeros en definir la "conducta normal" fue Freud, con el se refería a la salud mental la transformación consciente y activa de la realidad que lo rodea; la conducta patológica o anormal la niega o la ignora o la transforma solo en su imaginación. Es una óptica de resultados, pero tampoco exenta de relatividad. La curación de un epiléptico por la imposición de manos, no distingue su posesión diabólica de sus neuronas reactivas. que permite a los individuos el control de sus actos y

Habrá que acudir a otros criterios para separar lo que es enfermedad y salud mental: el criterio normativo, la inadecuación cultural, el criterio estadístico, entre otros. el malestar subjetivo, la deficiencia psicológica.

El criterio normativo es el menos sostenible. Loco es quien dice la medicina oficial que está loco. Se refiere a analizar el comportamiento del individuo dentro de un conjunto de normas, llámense estas morales, éticas, religiosas o jurídicas. La salud o enfermedad mental dependerá de que el individuo se conduzca dentro de ellas o no, respectivamente. Es tanto como aceptar que la clase dominante, de la que se segregan las normas usuales, dicta lo que es normal. La antipsiquiatría dejó bien claro que la etiqueta genera el internamiento pero no la locura.

El punto de vista del culturalismo nos obliga a reconocer que nuestros juicios de normalidad sobre los otros, depende tanto de los valores y tradiciones de la cultura en la que estamos inmersos, que no puede tomarse como un absoluto para definir a la salud o enfermedad mental. ¿Es locura aceptar que al fin de la vida unas cuantas huríes nos esperan en el paraíso? ¿Es neurótico consolarse con la resurrección de los muertos o la inmortalidad del alma, ante el temor a que no haya nada al otro lado de la laguna Estigia?

El criterio estadístico, es finalmente el que recogen las clasificaciones Internacionales de las Enfermedades para intentar superar la relatividad. La persona sana es la que se encuentra, mayormente, adaptada a la cultura de la sociedad en donde vive, a diferencia de aquella que, menos frecuentemente, no se adapta y se revela contra lo establecido. En este punto hay un debate acerca de lo que debe considerarse salud y enfermedad mental, pues algunos autores ponen en duda si la adaptación del grueso de la sociedad a la cultura que muchas veces les es impuesta no supone enajenación en sí misma, pues hay personas que aceptan de buen grado las normas que existen en su comunidad, pero a pesar de eso, sufren inhibiciones, ansiedad y son infelices no obstante que su conducta externa corresponde a la cultura en la que viven. Peligroso criterio que ha mantenido muchos años la homosexualidad como enfermedad mental y que ha llevado a muchos disidentes políticos a Siberia.

El malestar subjetivo puede utilizarse con un entrenamiento clínico adecuado (lo cual implica prudencia y sabiduría) para separar, entre las emociones o experiencias internas que siente una persona, lo normal de lo patológico, a falta del equivalente psíquico de los análisis de sangre o de las imágenes anormales en una radiografía. Podría, si, siempre que todas las personas con desequilibrios mentales graves sintieran algún tipo de malestar emocional al cometer actos contrarios al Código Penal, lo cual no ocurre en todas las psicopatías…aunque si en los trastornos por ansiedad, por eso es un criterio no universalmente válido, pero si suficiente.

Si ninguno de los criterios anteriores puede ser considerado suficiente por sí mismo para dar una definición precisa, usaremos su conjunto: la mayoría de las formas de conducta anormal son inadecuadas desde un punto de vista cultural, se acompañan de malestar subjetivo, reflejan una deficiencia psicológica y una disminución de la gama de respuestas adaptadas a la realidad que las hace poco útiles para enfrentar las exigencias de la realidad y las tensiones de la vida.

Esta definición que puede aparentar ser muy vaga, nos permite señalar lo claramente neurótico, en la línea continua que hemos comentado va desde lo normal hasta lo patológico, aunque en los bordes de su separación tengamos dificultades. En todo caso la presencia del sufrimiento que produce la ansiedad, temor a la disolución del Yo, será un elemento capital.

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