viernes, 8 de febrero de 2008

Depresión

El peor enemigo de la autoestima es la depresión. Aunque esta también puede ser consecuencia de la pérdida de aquella con lo que se cierra el círculo vicioso. La depresión es una de las peores experiencias del ser humano, así como ayudar a salir de ella, una de las más agradecidas tareas para los que lo hemos conseguido con alguien alguna vez.

Hay grados de depresión: desde el desaliento pasajero o la falta de ánimo transitoria, hasta la que sitúa a los pacientes al borde del suicidio (o en la otra orilla de la vida). También hay diversas causas de la depresión: desde la producida, por acontecimientos vitales inesperados o no por lo que les llamamos exógenos, hasta la generada en un ámbito de sinrazón que nos hace pensar en componentes genéticos y les decimos endógenos. Hoy la depresión, o los cuadros depresivos con mayor rigor, son demasiado frecuentes para no prestarles atención. Muchos de ellos directamente relacionados con las consecuencias negativas del uso de drogas.

¿Cómo detectar la depresión? Pero sobre todo, ¿cómo tratarla? Los síntomas depresivos se manifiestan en nuestro estado de ánimo, en nuestro comportamiento, en nuestras ideas, pero también en nuestra corporeidad. La tristeza nos invade, acompañada muy frecuentemente de angustia, el miedo al futuro nos hunde en el pesimismo, el retraimiento nos impide salir de casa y contactar con los amigos de siempre. Además no podemos dormir, no nos llama la atención comer y tenemos dificultades para acordarnos de las cosas. En este marco la intensidad de los síntomas puede ser menor o mayor, en este caso la salida, muy frecuente, es el intento de suicidio.

El tratamiento en los casos graves (probablemente los endógenos, más vinculados con la genética) debe ser médico, mejor dicho farmacológico: antidepresivos adecuados a la situación clínica del paciente. En los casos más livianos, el abordaje puede ser psicoterapéutico: el refuerzo del yo de los sufrientes y el aumento de su autoestima.

La psicoterapia, es de gran utilidad en estos casos cuando se centra en la modificación de los pensamientos negativos, las generalizaciones negruzcas y la superación de la visión pesimista de la vida. Lo que aquí quiero resaltar es la posibilidad de superar la melancolía con las solas y propias fuerzas de los pacientes, que aprenderán a conocer sus sentimientos, sus mecanismos de defensa y a fundamentar comportamientos positivos que sustituyan a los negativos sin utilizar más que los propios recursos psicológicos. Todo ello se puede conseguir de modo más rápido si se combina con algún antidepresivo de los de última generación.

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