miércoles, 30 de enero de 2008

Precampaña y enfermedades de los que aspiran a gobernarnos

Ante mi un Certificado de reunir las condiciones físicas y psíquicas necesarias para ser funcionario. A lo largo de mi vida he tenido que garantizar la salud de muchos aspirantes a ello. De repente me asalta una pregunta, ¿por qué los que aspiran a gobernarnos no tienen que presentar una certificación tal? A última hora parecería tan importante garantizar el equilibrio mental y la idoneidad física de estos, como la de aquellos, porque su influencia como gobernantes será mucho mayor.

Tema de gran atractivo para los interesados en la historia, el de la influencia de la enfermedad en las grandes decisiones históricas y políticas. Ante mí la figura de Calomarde en el lecho de un enfermo hace siglos influyendo en la posible reforma de nuestra Constitución; me hizo sufrir ver como Juan Pablo II arrastraba su Parkinson a la vista de todos y con consentimiento cruel de sus Cardenales, que le permitían tomar decisiones morales, por ello someto a reflexión la conveniencia de que nuestros futuros dirigentes presenten sus credenciales de estar en perfecta salud física pero sobre todo mental.

Pienso que no estará de más recordar al respecto que Hitler fue diagnosticado de neurosis histérica, que Mussolini padeció una neurosífilis, que el mejor de los Kennedy padeció un Addison junto a dolores de columna y que Bush G.W. estuvo influenciado por el alcohol durante bastante tiempo. También estuvieron enfermos Lyndón Johnson, Perón, Salazar y Mitterrand, algunos graves; afectados de trastornos mentales fueron Lenin, Mao Tsé Tung y Ronald Reagan. De todos ellos recordamos decisiones catastróficas. Si no hubiera sido así, las decisiones de trascendencia que tomaron ¿habrían existido? ¿Se hubiera tolerado la Marcha Verde si el General no hubiera estado como estaba? ¿El Estatuto de Cataluña se hubiera gestionado como lo ha sido, sin la influencia de un Maragall predemenciado? ¿Será poco científico (o político) dudar de la estabilidad mental de Chaves?

En estos tiempos debemos dar a la dimensión de la salud de nuestros gobernantes la importancia vital que tiene para el futuro. ¿O no? Mis colegas de Atutiplén han hecho una apuesta, en precampaña, a la que me sumo por dos razones: la primera porque a pesar de los errores cometidos por Zapatero, su “talante” me permite confiar en que rectificará alguno de sus malos pasos, la segunda por mi propio deseo, ferviente deseo, de no retroceder a las cavernas, precedidos por la influencia de un personaje con las nueve señales del paranoide, a saber:

- No distinguir su realidad de la realidad

- Atribuir todos y cada uno de sus errores a los demás

- Sentirse portador de valores incontrovertibles

- Ser incapaz de rectificar sus ideas, que son eternas e inmutables

- Afirmar sin rubor su destino en lo universal

- Haber sufrido un trauma de imposible olvido

- Mantener sus rencores inmodificables

- Explicar la historia como sujeto de conspiraciones sucesivas.

Hay quien añade dos más, pero no hay acuerdo en la comunidad científica sobre ellos: Hablar catalán en la intimidad y tener acento texano si se tercia.

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