martes, 13 de mayo de 2008

Derecho a la información, derecho al prejuicio

Una de las cosas más molestas que existen cuando te sientes, y vives, fuera de la mayoría son los prejuicios. Ya hemos hablado de los cognitivos pero en este caso vamos a centrarnos en su versión social, en lo que se podría definir como etiqueta, de forma muy burda. Vamos al caso. El diario "El País" es para la gran mayoría de la gente un periódico de izquierdas. Es probable que muchos lo discutáis. No os culpamos. En cualquier caso, estamos hablando de un prejuicio no de una opinión razonada. Pues hoy leyendo el periódico en su versión papel y, dada nuestra manía de leerlo desde la última página a la primera (para que las hostias vengan suavizadas) nos hemos encontrado con todo lo contrario. El puñetazo (y la vergüenza) estaba en la última página (primera para nosotros). Lean el artículo de la roja y titiritera Rosa Montero. Se titula "Sin embargo".

Ni mi carácter ni mi razón son proclives a la venganza. Uno de los aspectos que más me desagradan de los norteamericanos (aunque tienen otras cosas que envidio y aprecio, como su sentido de la meritocracia) es, precisamente, ese empecinado talante vengativo que les lleva a mantener la aberración de la pena de muerte. No creo en el ojo por ojo, y tampoco pienso que la seguridad de las sociedades dependa únicamente de una política represiva. Y, sin embargo...

Sin embargo, veo a los padres de Mari Luz, la niña de cinco años asesinada por un pederasta que no tenía que estar en la calle, pidiendo firmas para reclamar la cadena perpetua; y veo a la familia de Sandra Palo, aquella pobre muchacha violada y quemada viva, buscando apoyos para endurecer las penas de los menores. Veo a esas madres que, fulminadas por el rayo de la desgracia y convertidas en Clitemnestras febriles, recorren el mundo pidiendo justicia. Y veo a Eduardo Pallarés, que asesinó a su hijastra Pamela. Primero, en 2001, cuando la niña tenía 13 años, comenzó a mantener relaciones sexuales con ella. Hasta que la dejó embarazada. El 14 de marzo de 2006, estando Pamela de seis o siete meses, Eduardo clavó a su hijastra un objeto punzante en el pubis; luego la golpeó "con saña" en la cabeza; por último, le metió un pañuelo en la boca, la asfixió y arrojó su cuerpo a una alcantarilla. La semana pasada, la Audiencia Provincial condenó a Pallarés a 18 años. Si se porta bien, y muchos de los más perversos asesinos son disciplinados angelitos en prisión, saldrá a la calle en régimen abierto dentro de 12 años. La verdad, me parece muy poco para todo ese dolor y todo ese horror. Sí, tal vez el aumento de la represión no sea la única ni la mejor solución; pero algo habrá que hacer con un sistema penal que evidentemente está fallando.


Despues de leerlo nos surgen varias preguntas:

1) ¿Tiene esta señora periodista formación jurídica? Y, si es así, ¿conoce a Cesare Beccaria?¿Ha leido la Declaración Universal de los Derechos Humanos?

2) ¿Sabe esta señora periodista que no existe justificación moral ninguna para la venganza?

3) ¿Sabe diferenciar esta señora periodista entre la información veraz y rigurosa (incluyendo la opinión) del populismo más rancio?

Creemos que todas las respuestas son negativas aunque nos gustaría que alguien nos contestara (cosa poco probable dada la humildad de este blog) por eso de no prejuzgar a las señoras periodistas (y en general a nadie).

Cuidado con los prejuicios porque pueden hacer que veamos progresismo donde está oculto el enemigo. Es lo mismo que indicamos en el post de Euston. El enemigo está por todos lados y tiene conocimiento y capacidad suficientes para ocultarse. Es el pensamiento único. Frente a ello, como dijo un señor comunista, fórmense.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Servidor añadiría: Si bien un asesino puede -ontológica y prácticamente- serlo y, aun así, no ser declarado como tal tras actuación errática de un tribunal y, con las mismas, uno que pasaba por allí camino de su Mercadona más cercano, ser ciudadano intachable -práctica y ontológicamente- y dar con su honestidad inmaculada en prisión, en Occidente existen dóciles amanuenses para los que el librepensamiento no es un fenómeno sináptico cotidianamente aplicable en toda hora y condición sino, antes bien, subalterno del servilismo editorial.

Quizá piensen: No manejes, criatura, ni una sola argumentación de continente brillante y contenido sagaz. Por esa senda súbdita, militando en la populachería más insolente, quizá algún día te aterrice en la cuenta corriente un Premio Indignidad.

Anónimo dijo...

De los muchos virus que andan sueltos por el mundo amenazando la salud mental, no es el menor el que predica la venganza: ¡penas mínimas! para este delito o el otro, terroristas al paredón sin pasar por los Tribunales...Es justo aceptar que el resentimiento y el deseo de vanganza son emociones del ser humano, pero cuando quieren ser elfundamento de la justicia retrocedemos en la historia. No es ese el camino. Os animo a seguir contracorriente de las opiniones al uso en este terreno y en los demás. Dr. Atutiplen.

Anónimo dijo...

Los sentimientos, la venganza en esta ocasión, son peor motivación, incluso, que el "ojo por ojo" porque esta medida de lo justo quiso ser, y fué en su tiempo, una limitación al exterminio del otro movido por los deseos de satisfacer aquella. La razón de los penalistas humanistas debe mantenerse por encima de la irracionalidad ínsita en la emoción. Subscribo vuestro escrito.