jueves, 8 de mayo de 2008

Eros y Tánatos. Sexo y violencia.

¿Porqué reaccionar inquisitorialmente ante aquel y tolerantemente ante esta? Lo pregunto ante cualquier género literario, pero sobre todo ante la promoción del bestseller del futuro, así calificado por un periodista del diario Público, o como cultura en un editorial del propio director, Nacho Escolar, el últimamente muy famoso GTA IV, un juego que si es violento, sexista y amoral no puede ser recibido con júbilo ni compararse a un producto cultural. Supongamos que el juego en cuestión fuera de un adulto que rapta a niños para violarlos después de someterlos a vejaciones por delante y por detrás. ¿Lo compararíamos con el rock o con los mitos cervantinos? Un juego en el que los inquisidores fueran el sujeto de identificación ¿sería aceptable? Las aberraciones de Abu Graid ¿pueden ser el argumento principal de un juego a jugar jubilosamente? ¿Por qué limitar la difusión lúdica de la “higiénica” labor de los hornos crematorios? ¿El próximo video juego será la vida de Josef Fritzl presentado como héroe?
¡Atención! Confundir lo que me gusta con lo aceptable es un error de concepto. Al ser humano puede gustarle cualquier cosa, incluso acostarse con su madre y matar a su padre. Las fantasías eróticas o agresivas son infinitas y revisten infinitas formulaciones, pero no se pueden presentar indiscriminadamente como dignas de imitación. Son cosas que no pueden compararse: la satisfacción y lo permitido, como no puede considerarse arte todo lo que produzca el ser humano. Confesión por confesión, amigo Escolar, a mí me gustan los toros pero no descalifico a los que se oponen a él como un elemento no cultural; y si con sus acciones reivindicativas consiguen que se excluya de los entretenimientos pues ¡que le vamos a hacer! Boxeo profesional, el toro de la Vega, el descabezamiento de las gallinas…¡tantos acontecimientos reprobables para muchos que se visten de manifestaciones culturales o artísticas!


El miedo a poner límites a la expresión de lo instintivo por los seres humanos, tiene el riesgo de impedir la formación de la conciencia moral en los futuros adultos. Y este juego “no apto para menores” es capaz de mantener actitudes, si no generarlas, insanas por excitar las tensiones destructoras del Ello, sin juicios reprobatorios acompañantes; la experiencia de los juegos de rol es un antecedente nada lejano. Padres, educadores, figuras sociales de imitación tienen ante si la tarea de hacer estos juicios, acompañando a sus hijos cuando se entretengan con el juego en cuestión. Porque como en otros elementos capaces de generar dependencia lo importante no es tanto proscribir el consumo, (que es tanto como poner puertas al mar), sino llevar a los posibles consumidores a su rechazo voluntario por insano.

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