Los media son, no tengo duda de ello, un elemento definitivo en la conformación del aparato psíquico de los ciudadanos, edificando su psicología individual, normal o patológica. Son un elemento esencial como suministradores de aportes claves en la edificación, mantenimiento y desarrollo de lo psíquico; no solo esenciales, probablemente hegemónicos, en todo caso más influyentes que los grupos de pares infantoadolescentes, o que la propia familia institución, si no perdemos de vista su influencia cotidiana. Todas las instituciones sociales, formales e informales, aportan ladrillos al edificio psíquico, todas ellas, implícita o explícitamente, transmiten ideas, valores, ilusiones, favorables o críticas a sus posiciones; promueven premios o castigos a los seguidores o violadores de sus preceptos, conformando el aparato psíquico de todos: en esto los media no ahorran esfuerzos. Sus impactos tienen consecuencias de difícil control pero claras consecuencias, entre ellas su traducción en comportamientos insalubres y en la difusión boca-oreja de contravalores, ejemplo de ello la extensión del complejo anorexia bulimia y de lo importante es llegar, no como se llega, al éxito.
Todo ello volví a revivirlo ayer, al ver a una calificada periodista defender “su derecho a informar”, frente al derecho de una determinada persona, a mantener sin intromisiones su espacio privado. Reflexionando sobre mi propia profesión me preguntaba: ¿tengo yo el derecho de curar? Porque más bien otorgaba a otros el derecho a ser curados, incluso por mí. Desde ahí volví a pensar en como lo que se trasmite en los media, (informar es antes que nada), puede ser fuente de infección de la salud mental. Agradecería a algún experto en los derechos de la información que me sacara de mi error… si lo es, aunque si el Pentágono ha utilizado su control del acceso a la información para transformar a los analistas en una especie de caballo de Troya en los medios, en un instrumento para moldear la respuesta social a la lucha antiterrorista, creo que les va a costar mucho sacarme de él.
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