viernes, 6 de junio de 2008

Sobre el estrés, la inmunidad y las bacterias

“Tome Ud., bacterias lácticas para combatir las consecuencias del estrés de su trabajo o de sus exámenes”.

Oye uno tantas cosas… que me he decidido a escribir esto sobre la relación del estrés con la inmunidad y de esta con las bacterias ácidas del intestino. Ya adelanto que ambas cosas son dudosas sino falsas, fruto de la repetición de afirmaciones de artículos leídos de forma acrítica, que se repiten en uno y otro lugar dando la impresión de que “numerosos” trabajos afirman algo científicamente probado.

"El stress, es la preparación para un posible cambio que genera tensión física y mental sentida por un individuo bajo presión, dentro de su cuerpo, en el que se activa todo un sistema que le advierte acerca de la presencia de una situación (factor estresor) y lo prepara para enfrentar el cambio o el peligro. Es una forma natural del organismo que prepara una reacción "para pelear, escapar o quedar paralizarlo." Este sistema hace que nos pongamos alerta: el corazón aumenta su frecuencia, se tensan los músculos, se transpira, se seca la boca, se reducen las necesidades de energía, tiemblan las manos o quedan inmovilizadas.
De los varios valores semánticos de la palabra - estímulos desencadenantes, proceso psicofisiológico de adaptación, o resultado negativo del proceso- , la concepción más frecuente en el lenguaje común es la última: la repercusión orgánica que se reputa nociva.

Pero es preciso empezar diciendo que el stress no sólo no es negativo (distrés), sino que en principio es positivo pues este mecanismo biológico se activa automáticamente ante situaciones de emergencia, permitiéndonos enfrentar mejor las amenazas al interpretarlas con mayor rapidez y decidir de inmediato la respuesta más oportuna; desaparecida la amenaza el organismo recupera su estado de equilibrio natural, que supone la vuelta a su normal funcionamiento.

Cuatro son las posibles respuestas ante las amenazas: de lucha (fight), de huida (flight), de desmayo (faint) o de parálisis (freeze), todas regidas por lo que desde los estudios de Seyle (1907-1982), conocemos como "Síndrome General de Adaptación" del organismo a aquellas, y que se desarrolla en tres etapas:

- Reacción de alarma: modificaciones bioquímicas complejas que tratan de compensar la excitación-preocupación de las amenazas mediante descargas masivas de adrenalina, aumento del catabolismo general de los tejidos, excitación cardíaca, aumento del tono muscular y trastornos gastrointestinales difusos.

- Etapa de resistencia: en ella desaparecen los signos característicos de alarma, su duración depende de la intensidad del estímulo del agente estresor.

- Etapa de agotamiento: si el agente estresor o la situación estresante persiste las defensas (físicas y psicológicas) se resienten y pueden producirse síntomas patológicos y enfermedades.

Solo cuando la presión de los estresores se hace crónica, podemos empezar a suponer que la repercusión orgánica será negativa, además cuando una persona aprende a controlar una situación generadora de stress, deja de sufrir estos trastornos. En ello habrá que insistir, como solución personal a las amenazas, cuando no sea posible la lógica eliminación de los estresores.
No es de extrañar, entonces, respecto a las situaciones agudas cotidianas que “haya poca o ninguna evidencia de la vinculación entre el estrés y los cambios inmunológicos que en los seres humanos aumentan la vulnerabilidad a las enfermedades”, como concluyó un Estudio que revisó más de 300 trabajos publicados durante 30 años, por cuanto el sistema inmune es extraordinariamente flexible y capaz de cambios sustanciales sin poner en peligro a un huésped saludable, (Psychological Stress and the Human Immune System: A Meta-Analytic Study of 30 Years of Inquiry. Psychol Bull. 2004 July; 130(4): 601–630), sin que otros posteriores modificaran las conclusiones.

Exclusivamente escenarios de tensiones agudísimas son susceptibles de producir patología, sobre todo de la esfera psíquica, como el estrés post traumático después de un hundimiento, las neurosis obsesivas tras una guerra o el estrés postquirúrgico posterior a una intervención a vida o muerte, siendo de escasa o nula credibilidad que un periodo de exámenes facilite la producción de gripe, incluso en tiempos invernales.

Por su parte la flexibilidad del sistema inmune es función de numerosos factores, que hacen de la inmunidad un mecanismo extraordinariamente complejo a la vez que eficaz. En él interviene en condiciones normales, el sistema inmunológico del intestino que está en permanente contacto con más de 500 diferentes especies de bacterias y es capaz de discriminar entre la microbiota normal intestinal y las bacterias patógenas, manteniendo una tolerancia inmunológica para las primeras y montando una respuesta totalmente diferente con las segundas, con el fin de erradicarlas.

Las bacterias no patógenas como los lactobacilos producen liberación local de citoquinas, sustancias que atraen a los patógenos y facilitan la acción de los linfocitos destructores de los mismos. Todo ello a nivel local, por lo que solamente su utilización en la prevención de algunas diarreas es aceptada sin grandes resistencias por los especialistas.

El incremento de inmunidad producido por los lactobacilos es dudoso, a veces incluso pueden producir septicemias a pesar de no ser patógenos, las dudas son muy serias referidas a la inmunidad general y menores si se refieren a la local, la intestinal. Por ello no es de extrañar que “ayuden” a las defensas del organismo a enfrentarse con problemas de origen en este ámbito (se utilizan en el tratamiento de la Enfermedad Inflamatoria Intestinal). Pero la impresión que puede transmitirse en algunos anuncios, al asociar beneficios al ingerir bacterias lácticas, con supuestas inmunodeficiencias provocadas por exámenes o excesos de trabajo no está fundamentada en premisas científicas.

Tomar bacterias lácticas para enfrentarse con las situaciones estresantes, puede ayudar a nuestras defensas igual que lo puede hacer invocar a San Pancracio, pero para esto no hay que gastar ni un euro.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Iluminador y brillante, como siempre, su argumentación de hoy, querido Dr. Leyéndole mi córtex ha visualizado otras "aleaciones aleatorias", tan extendidísimas como desternillantes: que la fidelidad sexual alumbra aburrimiento (todos sabemos que éste se produce por ausencia de acción en circunstancias de demanda cerebral de ella; nunca por lo contrario), que la deshonestidad genera admiración prójima o que el arte es vástago de la megalomanía, el egocentrismo o la anemia de cariño.