viernes, 20 de junio de 2008

Dicho hace 40 años

También nosotros nos acordamos de Mayo de 1968. ¿Revolución perdida? Tal vez pero indudablemente ejercicio anticapitalista ilusionado en su acción, a pesar de su fracaso, y lúcido en su reflexión: sus tesis-denuncias se han confirmado en muchos campos; en el de la Sanidad de forma paradigmática. Por ello quiero recordar alguna de las cosas que dijimos en aquel tiempo, sin ninguna nostalgia sencillamente como explicación de lo que nos está pasando en la asistencia sanitaria y como nuevo aviso de lo que se nos viene encima.

De las muchas afirmaciones que siguen siendo válidas del Mayo del 68 no son las menores la consideración de la Medicina como clave en el sistema de consumo, del Medicamento como mercancía y, en la raíz del sistema de mercado, de la Estructura sanitaria como un subsistema de simple reposición de la fuerza de trabajo.
Sin cuestionarse el modo de vida que hace más frecuente la enfermedad, incluso que la produce; sin hacerse problema sobre la relación entre el consumismo y la prevalencia de las enfermedades crónicas, el Sistema Social capitalista utiliza la Medicina como un sector de consumo en el conjunto de la economía, proponiéndose mantener a los ciudadanos como trabajadores-productores o consumidores. Eso que tiene un precio, se repercute en las mercancías producidas en los modelos liberales neoconservadores o se paga por el Estado en los que hacen bandera del Bienestar, pero sin cuestionar que papel juega el Sistema en la producción de la enfermedad. Menos se plantean la necesidad de modificar el modo de vida que genera el sufrimiento.

Porque al final del proceso la Medicina es un mecanismo que reafirma el consumo y el Medicamento, (incluyo en ello los instrumentos diagnósticos y terapéuticos), una mercancía cuya venta beneficia al Capital. El trabajador enfermo, de baja, ve reducida su capacidad adquisitiva sin dejar de tener que hacer frente a plazos, créditos e hipotecas: contrariamente a lo que se cree, no solo no prolonga sus bajas sino que busca reincorporarse al trabajo, haciéndose “cómplice” del buen funcionamiento del sistema productivo. El fármaco (y las pruebas diagnósticas tecnificadas) son el paradigma de mercancías sanitarias que han de comprarse para el mantenimiento de la salud, obviando que vivienda, alimentación, condiciones de trabajo y acceso al ocio son mejores instrumentos para conseguirlo. Siendo ello así, no es de extrañar que la asistencia sanitaria se vaya transfiriendo poco a poco al sector del capital privado: con la excusa de su carestía y mejor gestión económica, el gran capital se beneficia de la plusvalía que la enfermedad genera a partir del tratamiento del enfermo. Eso decíamos hace 40 años. ¿Acertábamos?

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