sábado, 19 de julio de 2008

Los Querulantes o el río que no cesa. ¿Lehendakari o Auzilari?

Coincidiendo en el tiempo: Casi el mismo día que el Tribunal Supremo cierra la puerta a los peones negros, el caso del 11-M, el río que no cesa nos trae un nuevo litigio que parece mantenido por un delirio querulante. Ya saben, hablamos de ello en otro post, un tipo de delirio propio del ámbito forense, caracterizado por la insistencia insensata de no aceptar los juicios o sentencias que son desfavorables. Los querulantes, también llamados pleitistas, no asumen las sentencias, sintiéndose víctimas de la injusticia, no por los razonamientos del juez de turno, sino porque suponen sus derechos vulnerados, perciben la connivencia de todos con la otra parte o dan por hecha la incompetencia de su juzgador.

La personalidad del litigante fuera de su sistema delirante es normal, aunque se perciban en él rasgos de intransigencia o tozudez, pero dentro de aquel las ideas de referencia, el victimismo y la falta de flexibilidad le impiden aceptar los argumentos jurídicos de otros por muy fundamentados que estén; siempre hay alguna laguna, alguna apreciación no contemplada o cualquier nimia excusa que justifica el no tienen razón o esto lo hacen para perseguirme. Porque las querellas son la justificación de su existencia o de su proyecto vital sin tener en cuenta el daño que se producen o producen en otros; su lema es con razón o sin ella; sus afanes justicieros se alimentan con los nuevos juicios, que no son molinos sino nuevos gigantes que alancear. Así pleito a pleito, empecinados en su sinrazón, llevan su hacienda a la ruina.

La palabra desestimación no existe en su diccionario, y si así fuera sería como sinónimo de persecución; el rechazo a sus planteamientos es la confirmación de que el mundo está en su contra, reforzando su victimismo. El mantenerse firmes por cuestión de principios, el conmigo no van a poder o el hágaseme justicia por encima de todo, son sus lemas, Así pleito a pleito, permaneciendo en sus posiciones, llevan a su familia al desastre.

Donde otros no ven sino desmesura e irracionalidad, ellos ven la única actitud digna para equilibrar la balanza de la justicia; lo que a otros les hace considerar el lógico desistimiento, a ellos les sirve de estimulo y acicate. Su entusiasmo davidiano en la defensa de lo que el interpreta como abuso de los Goliats, es capaz de extender el delirio a sus más próximos infectados por la falacia de sus argumentos y el mesianismo de su actitud, consiguiendo un cierto número de seguidores que le secundan. Así pleito a pleito, abanderados de su tropa contagiada, llevan a sus partidarios al fracaso.

En esta ocasión el escenario no es totalmente jurisdiccional sino también político: tras ser rechazadas una y otra vez las propuestas de Ibarretxe, este sigue y sigue adelante. Por eso me pregunto ¿Lehendakari o Auzilari? Busquen el el diccionario de euskera-español y ya me diran.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Una sola cuestion: ¿donde está el delito en pedir que los ciudadanos expresemos nuestra opinión...?

¿NO habrá que pensar que la justicia no es tal, que no es sino otro instrumento más al servicio de la política...?


un vasco que quiere opinar y que le escuchen