El miedo es sin duda un elemento que está marcando  la campaña electoral en estas elecciones que no por violentas parece que estén  llegando a ser más reñidas. Mariano Rajoy alimenta todas las mañanas a los ciudadanos con una  sobredosis de miedo sobre lo que ocurrirá en el caso de que no le votemos:  Navarra pasará a ser un apéndice de las belicosas tribus euskaldunas del norte  del rio Ebro que pasarán después a destruir España. Las tribus bereberes del  norte de África ya están aquí para esclavizar a nuestras mujeres, imponer el  burka y la ablación, hacer que nuestra limpia juventud se corrompa y  convertirnos a todos a la secta pagana que ellos profesan. La destrucción de la  familia trae consigo la expulsión de la sociedad española del seno de la Santa  Madre Iglesia (católica, claro está, que es la única buena) y con ello nuestra  perdición y entrega a las eternas llamas del infierno... Y así horror tras  horror hasta la victoria electoral.
Pero bueno, con tanto miedo me ha dado por pensar ¿a mi, qué me da miedo?. A lo  largo de mi vida he tenido tiempo de conocer el terrorismo, la guerra, la  enfermedad, la devastación... y creo que por fin sé a que le tengo miedo: a la  falta de Estado. El estado fuerte y democrático no es sólo la gran invención de  la modernidad, es lo único que nos salva de tantos y tantos horrores. Incluso  los que nos anuncia D. Mariano. Pese a eso, la derecha quiere cargárselo.
En España, y en general en los países desarrollados (adecuadamente), es precisamente el Estado quién hace frente a todos los horrores. La enfermedad es menos porque  existe un sistema sanitario público que pese a que nos quejemos sigue siendo  uno de los mejores del mundo. La inmigración no nos invade sino que nos ayuda a  mantener nuestros logros sociales y nivel de vida con su trabajo gracias al  estado. Las tribus bereberes se convierten en ciudadanos integrados gracias a un  sistema educativo adecuado y fuerte. Y así un largo etcétera. O por lo menos  este sería el estado ideal de cosas. Pero en la realidad, nos encontramos ante una constante erosión del Estado, no por que demos mayores  libertades a las autonomías como dicen, sino porque una parte del espectro  político se empeña en su destrucción. Hace tanto tiempo que escuchamos que el  Estado es mal gestor que nos lo hemos creído. Incluso la izquierda asume esto  como dogma. En vez de hacer del Estado un buen gestor la solución más fácil es  privatizar. Lo privado respecto a lo público es bueno, es eficiente, funciona.  Pero señores, ¿funciona para quién?. Funciona para el que tiene dinero. El que  tiene dinero tiene seguridad privada, sanidad privada y no necesita pensión  cuando se hace viejo puesto que tiene la seguridad personal de un patrimonio  bien ganado a base, muchas veces, de privatizaciones. ¿Pero a dónde nos lleva la  falta de Estado?. A inmigrantes que no se integran y caen en manos de  empresarios libres dedicados al tráfico de mano de obra barata (o de esclavos), a las drogas o, en general, a la delincuencia organizada. A educación sólo para el que  se la puede pagar. A un a sanidad para ricos y otra de beneficencia. A pensiones  privadas para el que puede ahorrar. A la inseguridad en las calles que no están  vigiladas por prosegures... El escenario suena catastrofista pero les aseguro  que eso es lo que he visto en países sin Estado. En estos países todas las  actividades del Estado pasan a la iniciativa privada con lo que todo ello  significa. ¿Han pensado ustedes como es un transplante en un país sin Estado?.  Pues muy fácil, se compra un niño, se le quita los órganos y se tira lo de  fuera. ¿Como es la justicia?, también sencilla: no hay. Manda quien tiene el  ejército privado más grande. La educación, mejor que no sepa el esclavo que es  ser esclavo. Las pensiones: un error, eso es un trabajador menos que come la  sopa boba. Y así un sinfín de problemas que derivan de la falta de organización  de una estructura social mínima con criterios de justicia e igualdad. Ese es el resultado de la economía liberal a  ultranza. Los resultados se están viendo ya en muchos países. Incluso algunos  con estados más fuertes que el nuestro. En Argentina los expertos en seguridad  nacional del Gobierno ya hablan de zonas fabelizadas donde no existe ningún tipo  de estado. Zonas en las que la policía no puede ni entrar, los servicios  sociales menos y los señores de la droga locales imponen su ley. Lo mismo está  ocurriendo en la Francia de Sarkozy donde la policía de Paris habla de áreas  “sans droit”. Pronto las fabelas llegarán a la tranquila Europa Occidental.
Es por todo esto por lo que les invito a asustarse conmigo cuando  oigan eso de la iniciativa privada, la falta de capacidad del Estado para  gestionar o la privatización de los servicios en aras de la eficiencia. Cada vez  que alguien nombra esos conceptos alguien acaba haciendo caja. Y hace caja con  nuestro dinero, pero también con nuestro futuro. Se han empeñado en destruir el  Estado, un éxito que la humanidad ha tardado siglos en conseguir. No les  dejemos. Eso sí que da mucho miedo y no los sustillos de Rajoy. 
martes, 4 de marzo de 2008
Sobre el miedo
Cuando Elorriaga suelta eso de que su estrategia busca la abstención socialista puede ser que se estuviera equivocando incluso en eso. A nuestro entender la estrategia del PP no es nueva y podemos ver buenos ejemplos en Estados Unidos desde hace años, incluso en la disputa entre Hillary y Obama, en este caso desde el lado de la Señora. La clase dominante, desde que Carlos I es coronado en Aquisgrán, basa toda su estrategia en difundir el miedo entre los dominados a través de leyes brutales (ahora a través de la comunicación de masas, también). A este respecto, recomendamos encarecidamente la lectura de "El nuevo orden mundial (y el viejo)" del maestro Chomsky. Si la gente tiene miedo pedirá más seguridad y con derechos y libertades la seguridad no está garantizada. Muy simple pero efectivo. Al respecto el amigo Mullá Sahib, buen conocedor de la miseria humana, nos manda otra contribución desde tierras lejanas que incide en algo que repetimos mucho, los poderosos se aprovechan de los prejuicios de las personas para introducir elementos muy distorsionadores. Memes malos, mala comunicación.
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2 comentarios:
Suelo entrar en vuestro blog con frecuencia porque lo encuentro moderno e interesante. Este que comento ahora me confirma en la antigua idea progresista de que el Estado debe ser el protector y no los particulares, cada uno por su cuenta, porque eso sería la selva. Un cordial saludo.
Gracias amigo anónimo. Somos fervientes creedores en el Estado, que nada tiene que ver con la patria como algunos quieren hacernos ver, cargándose a Hobbes, Rosseau y, lo más sorprendete, a el que empezó todo este movidón, Locke. Hasta se cargan a sus propios progenitores. Desde luego que cargarse el Estado sería la selva o, para ser más concretos, Estados Unidos. Es el ejemplo más bueno de las consecuencias del neoliberalismo y su ausencia de lo que ellos llaman el "papá estado". En las calles de muchas de sus ciudades hemos presenciado la peor de las miserias humanas, vidas completamente rotas sin posibilidad de futuro. Es necesario que paremos este tipo de movimientos. Europa se juega mucho.
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